martes, 13 de diciembre de 2011

Chapter II: Kia ora Auckland

 Auckland
Es una ciudad. Es linda pero para recorrerla necesitás
a)      un vehículo, cosa que no
b)      una bici, cosa que podría ser pero tampoco
c)      mucho dinero porque los buses salen un huevo, cosa que menos aún.
Sino te quedás como atrapadito en el downtown y empezás a odiarlo y querer tirarte al mar. Debo confesar que por estos motivos no la recorrí casi nada. No viajé 14 hs para salir y ver más afalto y autos y calles al revés. Ni para ver una ciudad que parece un aeropuerto de tan cosmopolita y formal que es, y en la cual pude ver solo UN maorí con la cara tatuada. Ni para embolarme un viernes a la “noche” (7pm) cuando el downtown festeja el alcoholismo kiwi y las mujeres se visten con vestidos de fiesta elegante (esto es impresionante) para ir a comer pizza a un pub, que es LA joda.
No fui a Waikiki, como me recomendaron. No recorrí las islas, como me hubiera gustado. No dejé currículums como me dijeron que hiciera. No fui a las playas, salvo a una sola, por un ratito. No acampé en el Occupy Auckland, aunque sí pasé y merodeé la calaña de hippie que tiene el tupé de colgar una foto del Che en la entrada. Sí comí sushi y me vacunaron con el precio. No tomé el FAMOSO café kiwi, que se lo metan en el culo con toda esa neurosis alrededor. Caminé y conocí y me enamoré bastante de Remuera, hasta un lago increíblemente pacífico en el medio de la ciudad de autopistas, que es público pero está rodeadito de casas bastante privadas. Cosas como estas debe haber por todos lados.
Espero poder conocerlas al regreso, cuando no me acose semejante hambre de verde.

Lago.

Parece ser que el único lugar donde no hay patitos en en Baires


La casa: Remuera retreat zoo o Chateau Le Orakei
            La casa de mi Lord Host Hickey. Una casa de PUTA MADRE. Tiene mil cuartos, jacuzzi y una vista increíble al bosque y a un volcán. Desde la cocina desayuno mirando los arbolitos –que son muchos- mientras me morfo una tostada con un aderezo robado (nutella, palta o peanuts butter, según el día). Afuera del cuarto de invitados donde duermo hay un jardín por decirle de alguna manera lleno de árboles y hamacas y mesas de madera y quinchos. Incluso hay una casa del árbol a la que me rehuso a subir por su altura. Las rarezas del primer mundo: dejan la puerta abierta todo el día. No estoy diciendo sin llave, estoy diciendo TOTALMENTE abierta. Y a la noche la cierran nomás, como yo cierro la de mi cuarto. Los habitantes y los invitados tenemos todos un nombre de animal. Tal vez por mi altura (quiero creer) me dijeron que debía ser algo como una rata. Para suavizar el término “rata” le hablo a Hickey –de ahora en más Panda- de cierto animalito sudamericano: el coatí. “Oh yeah, you’re definitely one of those” dice después de googlearlo y así soy llamada y presentada durante esta semana. Habitantes du Chateau: Panda, un inglesito mitad brasilero que medio que ha vivido por todos lados y está de vacaciones y va al gymnasio. Giraffe, el único kiwi de la casa a quien no le entiendo un carajo cuando me habla y no parece estar tan de acuerdo con que su casa sea casi un hostel pero que me ha entrenado para tener entrevistas de trabajo. Ah, este muchacho también se droga mucho y lo hace de una manera bastante curiosa y que aún habiendo pedido explicaciones al respecto no logro entender: algo que involucra una ¿pipa? de vidrio con forma de copa invertida y un par de ¿espátulas? de metal que calienta en la cocina debajo de la pipa. Aspira el humo que sale de esas paletas a través de la pipa y hace la mueca de haberse aspirado una línea, pero de esto sí que estoy segura: es marihuana. Sproon, -no sé qué animal es este- que es una modelo sudafricana que tampoco habla mucho al principio pero termina regalándome un celular y contándome de su corta vida (tiene 20). Y luego están Panther and Ian. Panther es una australiana super linda y simpática a quien me di el gusto de bautizar, le encanta llamarme a los gritos desde su cama “coatí, is that you?” y yo voy y me tiro en su cama y le cuento cuán duro ha sido mi día. Está recién casada con Ian, un yanqui buena onda que habla español. Son los primeros en tomar mate. Prometimos volver a vernos por NZ o por Argentina, as well. Estos pagan la renta que no debe ser nada barata, siendo que esta casa está situada en Remuera, algo así como el San Isidro de Auckland.
Luego estamos los invitados: el primer día estoy solita en esta habitación gigante llena de sofás (yo me agarré la única cama). Al segundo día llega Lionesse, otra yanquee que viene EN BICIIIII. Es como el mesías. Y es re hippie. Charlamos y salimos a caminar y un día  nos animamos incluso a hacer dumpster diving pero solo obtenemos 3 naranjas: la suerte me acompañará en otra excursión así como un par de guantes. Hay en la habitación de arriba una pareja de eslavos a los que apenas se los ve. Otro día después llegan un grupo de 5 rehippies que andan descalzos por ahí y hacen mucho ruido y mucha comida: alemanes yanquis y un chico indio. Y también llega un canadiense que se asusta y se va al día siguiente. Estos no pagamos la renta sino que tributamos con comida. A mis hosts (los pagantes) les hice una merienda con mate, té, chipá, biscochitos, alfajores y dulce de leche. Si serán gringos que terminaron untándole dulce al chipá. Otro día en que me veía demasiado endeudada ya que había sido alimentada varias veces por dueños e invitados hice una torta de manzana para todos y todos fuimos muy felices porque me salió muy bien. Uno de los días el grupo de rehippies hizo una comida magnífica, gigante y colorida, a la cual me invitaron a probar luego de ver mi cara de perrito hambriento. En realidad no tenía hambre pero el despliegue de colores y verduras y utensilios y bailes que hicieron alrededor me tentaba demasiado. El chef principal era el chico indio, dato que no debí soslayar, y que lamenté una vez tuve la comida en mi boca. Apalala. Así que así es la comida india. Thank you very much I’m gonna have 1,5 l of water right now and have some sleep, if I can. Ahora entiendo por qué los paisanos comen solo arroz cuando la visitan.
Ahora, además de los habitantes y los invitados están las DUEÑAS de la casa, constantes, expectantes, sigilosas, silentes observadoras del baño, el desayuno, el sueño: LAS ARAÑAS. El otro día comentábamos qué ocurrentes estos indios que les hacen un templo a las ratitas. Me tuve que morder los labios para no decirles a estos muchachos que su actitud para con los seres arácnidos no distaba demasiado. La puta que los parió. ¡¡Les festejan las telarañas!! Un día que estaban medio borrachos –los kiwis tienen serios problemas con el alcohol- agarraron dos arañas y las pusieron en la telaraña de la araña mayor, George, que está justito arriba de la mesa donde desayuno. La idea era que se pelearan entre ellas. La pelea de gallos kiwi. Carajo. Yo por ahora no me alarmo, me chupa tres huevos que sean inocuas, pero intento salirme un poco de la chica de ciudad y departamento que soy. Era parte de las metas que me traía conmigo a NZ, pero ahora es algo así como una must para la supervivencia kíwica. Así que mientras nos podamos ver mutuamente y estemos a una distancia prudente y tengamos en claro qué territorio es de quién, estamos bien. Ahora, sólo quiero agregar la siguiente descripción. Por ahora –confío en que este es solo el comienzo de la taxonomía- hay dos tipos: las de cuerpo pequeñito y patas larguísimas que tejen una telaraña extensa y de entramado amplio y que gustan de las esquinas y los techos y aquellas a las que yo llamo “gordas” que son muy negras y tienen el cuerpo como en dos bolas pegadas y tienen patas no mayores a su cuerpo pero igual de negras y tejen una telaraña blanca bien densa y más acotada, medio a forma de casita que construyen entre ésta y algún huequito, preferentemente en las ventanas. Ambas son terroríficas, las primeras porque no las ves bien y las segundas porque sí las ves. MAMÁ NO TE ASUSTES PORQUE NO TIENEN VENENO. Simplemente son feas.


Como mencioné, el zoo está en Remuera que viene a ser el San Isidro más cheto de Auckland. Hay que decir que es hermoso. Creo que podría quedarme a vivir acá y vislumbrar el mar entre las casas y subir y bajar por las callecitas arboladas, pero siendo mucama porque el costo de vida es altísimo. Por un momento planeo conseguir un trabajo y quedarme ahí pero luego me doy cuenta que es difícil, que es mal momento para intentar dar clases de castellano (las clases terminaron, claro). He mandando currículums, especialmente para profe de castellano y preguntando qué se puede hacer acá con el básico conocimiento de tango que tengo. Un tipo me cita para una entrevista. Ese mismo día me llama otra mujer para que sea medio au pair medio ayudante de la casa –o lo que acá se llama housekeeper- que no es tan terrible como el título cleaner, pero le pega en el palo. Esta resulta ser una cheta insufrible y se me pasa preguntarle el precio de la hora que me piensa pagar. Porque soy una newbie y porque me estoy yendo a la otra entrevista que me interesa en serio. Llego. El tipo es un chanta. Me ofrece dar una hora de castellano por semana. En febrero. Y ahora quiere armar una comunidad del tango y hacer milongas y queseyo. Pero es un proyecto comunitario, sin remuneración. Al carajo.

Me voy de Auckland ya  -pero ¿a dónde?-

Adendum: El día que decido irme de A. era ya demasiado tarde para tomarme un bus y aún no tenía decidido donde. Mi madre me ha prohibido el hitchhiking, madre aguafiestas. Así que al día siguiente consigo hosts en Whangarei y me mando a comprar un boleto por Internet –ah sí gordi porque tengo una tarjeta de crédito preciosa con pajaritos que me dio el banco kiwi en el que puse mis dolarcitos-. Ese día planeamos una salida a la playa con Lionesse y estamos por salir cuando Sam, el muchacho indio nos dice que el también quiere ir, tiene auto, si compartimos el gasto de la nafta vamos todos, luego de que el pase a legalizar su título de médico, o algo así y luego me lleva a la terminal. Vamos. Cuestión que llegamos a la playa ventosa fría y con mar congelado (parece ser que es la onda en Kiwiland) y nos tiramos a mirar el mar charlar y ver las palomas. Comienzo a inquietarme por la hora (what time is it, guys?) pero me tranquilizan, tenemos tiempo. QUÉDELES A TODOS BIEN CLARO QUE ESTA VEZ NO FUE MI CULPA. Salimos con una hora de anticipación. Volvemos a la casa porque desde ahí saben llegar al centro, donde me espera mi bus. En realidad, como me daré cuenta unos minutos después, quien sabe es el GPS, pero hay un problemita en el traspaso de información y nos vemos varados en el plato de spaghettis que son las autopistas Aucklenses, las que transitamos más o menos 3 veces. Yo transpiro, de nuevo (tengo que lavar ropa urgente) mientras estos frescos me dicen cosas como
a)      tranquila –de nuevo-
b)      vamos a llegar
c)      ¿a qué hora salía el bus?
d)     ¿son puntuales?
e)      ¿y si los llamás y les decís que te esperen?  (!!!!)
f)       Explicales que sos nueva en el país, los kiwis son simpáticos, te van a entender (!!!!!!!!!!)
g)      Ah, pero te podés tomas el otro, no?
h)      Ah, ¿no? ¿acá no funciona así?
i)        Dale, corré, yo te alcanzo atrás con la mochila
j)        ¿qué pasoooooooooooooooooooooo?
k)      Bueno, una vez, me pasó x cosa mucho más terrible que a vos
l)        Te pagamos el pasaje!
m)    Bueno, esta noche invito las cervezas y nos ponemos bien en pedo así nos olvidamos
Cabe aclarar que entre el punto h y el i veo pasar a 20 metros de la estación de buses un micro que efectivamente era el mío. Cabe aclarar también que Sam, a quien le pagué por ese viajecito 5 kiwis, nunca compró ni un shot de tekila y que al día siguiente se vio indispuesto de alcanzarme al menos hasta la parada del Bondi.
No voy a explicar mi humor ni mi cara ni la forma en que dejé de hablarles porque no sabía qué decirles y probablemente tampoco hubiera sabido cómo decirlo en inglés.
Así que volví al zoo, después de despedirme de todos, cabizbaja, a pedir una noche más de asilo.
Al día siguiente me compré otro ticket más y fui al downtown a la mañana porque tenía que hacer unas cositas administrativas. Todo en absoluto tiempo y modo. El Bondi me tardó un toque para volver así que venía con el tiempito justo para llegar tranquila, bien. Cuestión que llego a la casa y no había nadie. Voy a abrir la puerta y estaba cerrada. Cerrada como NO lo está a la noche. Cerrada como la puerta de atrás y como la del patio también que JAMÁS lo están. 12345678910.
Me asombro de la capacidad para pensar en frío que tengo en estos momentos. Cuando lo lógico y humano hubiera sido sentarme a llorar en la puerta hacerme bolita y balancearme a lo autista hasta que alguien me rescate, me las arreglé para abrir una ventana que estaba ligeramente no cerrada, buscar la silla más alta y estable posible del jardin (casi tengo que apilar una arriba de la otra) y tirarme de cabeza a la casa desde el jardín. Lo de la cabeza no es metafórico.
Así, india y raspada en la pancita me empiezo a calzar las mochilas cuando oigo el ruido de una llave en la puerta: era Panther.
Es probable que sea la nueva comediante del panteón maorí. De ser así la deben estar pasando bomba los muchachos.
Otro abrazo a la ozzie girl y me voy. Bus. Downtown. Paso a comprar una tarjeta de teléfono. Voy corriendo a la estación, con las dos mochilas, habiéndome olvidado que es en cuesta arriba ese camino, llego, jadeando, a las 16.00 hs casi llorando les digo que tengounpasajeparaelbusquesalealas4parawhangarei y con una sonrisita me dice el amabilísimo chofer que deposite mis bagajes en su coche, que estoy a tiempo.

AT LAST, GOOD BYE AUCKLAND.


Ventana del cuarto de sofás

Lionesse y Panda en la cocina

Casa vista desde el backyard. No se nota la inmensidad del jardín.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Chapter I: El viaje.

Bueno, cuestión que me subo al avión, luego de rendir griego, armar la mochila, cenar camarones, abrazar a mis muy muy queridos en el aeropuerto y apañar las lágrimas. Entonces, muy inocente yo, espero hallar mi asiento al lado de la ventanilla porque NO PUEDO PERDERME DE VER LA ANTÁRTIDA y como una idiota doy una vuelta entera al avión buscando mi asiento al lado de la ventanilla porque el chico con quien reconfirmé muy amablemente el pasaje me aseguró que me iba a sentar ahí. Por fin hallo el 19-ventana con una señora muy vieja y muy linda y muy feliz de tener la ventanilla. La miro con cara de culo y le pregunto con voz de culo si es su asiento a lo que la señora me responde muy amablemente “si, querida (muejejejejejejeje)”. Claro, ahí me doy cuenta que además del número hay una letra en el ticket y que la mía no es A ni H sino E. E significa que el pibe de la aerolínea es un infeliz y que me mandó, no solo a la fila del medio sino que al medio de la fila del medio, con una señora gorda y maloliente de un lado y del otro dos blondos nenes bien. 12345678910.
La vida.

Por suerte el viaje estuvo bien, creo que los molesté más a ellos que ellos a mí yendo y viniendo del baño. Bueno jódanse por tener el asiento menos peor.

Aterrizamos. Empujo y aprieto para salir cuanto antes. Así que llego al escritorio de los aduanas casi primera, así, re feliz: hola soy flor y me vengo a comer el mundo kiwi, permiso. Sí pero no. Porque los amabilísimos kiwis policías de inmigración tienen otros planecitos para mí, ya que no hallan mi número de visa en la computer, así que you’ll have to wait for a while there please me dice el pelirrojo mientras se queda con mi pasaporte mi visa y mi corazón. Es obvio que es una mentira y que quieren mandar a mi casa de nuevo por sudaca. Espero. 1 hora. Mientras hago amiguitos que están en mi misma situación. La gente pasa, migraciones queda vacío. Los policías también pasan. Un español que mola me pide que le pase un paquete de cigarrillos porque él está llevando muchos y lo van a sancionar por 400 USD. Estás de coña tío. Además me van a deportar, no ves? Bueno al final no, no me deportan, me devuelven el pasaporte con una sonrisa y salgo del aeropuerto. Inútil pedir indicaciones. No sólo inútil sino deprimente. Estos tipos no hablan inglés ¿me habré tomado el avión equivocado? Tengo muchas ganas de sacarme la mochi y hacerme bolita y ponerme a llorar. No importa, vamos. No importa que no sepa cómo ni a dónde, vamos. No importa que para cambiar 50 dólares haya tenido que pagar una comisión de 10, vamos. No importa que casi pierdo el boleto del Bondi de los nervios, vamos. Vamos. 

----Intervención de una divinidad maorí--- 

Llego al downtown, -a todo esto debo llevar algo así como 36 hs sin una siestita considerable- me tomo el otro bus, como dicen las indicaciones de mi couchsurfer. En el medio del caminete, yo no tenía puta idea de dónde estaba, claro, se suben algo así como 30 preadolescentes llenos de granos y uniformados de azul. La hinchada de Boca, un poroto. Y yo comienzo a transpirar preguntándome cómo demonios voy a poder transitar los pasillitos del inmaculadísimo bus con esa manada de granulientos copándolo. Un señor me mira y se ríe… Por suerte se bajan todos unos minutos antes de que el chofer me avise que la calle que acabamos de pasar es Orakei road y que tengo que bajarme. Llego por fin, a las 11 am y no a las 8 am, como esperaba. Con esfuerzo hallo la entrada a la casa: es un camino que se trifurca, upa. Luego de un rato de filosofar al respecto veo una A en uno de los caminitos y lo sigo hasta una casa donde me abre la puerta un rubio alto y llama a mi host, cuyo nombre desconozco pero le decimos Hickey (que significa chupón). ¡Por fin!

Abrazos ezeizianos

Prefacio

Hola a todos mis queridos. Me enternecen aquellos que reclaman actualizaciones habituales: cuánta fe que me tienen. La cosa es que de por sí soy un toque paja, se sabe (si no fuera por la paja estaría escribiendo en un diario, no en un blog cuyos colores aun no manejo). Pero además estoy hecha todo una JOB SEEKER, o eso creo. Así que me la paso entrando y saliendo de websites y preguntándome si tendré o no el nivel de inglés necesario para ser, por ejemplo, waitress. Y claro, el inglés: como que a cierta hora del día mi cerebro dice “Chau nena me voy a dormir” y cierra la cortina. Estamos hablando de las 18 hs aproximadmente. Y ahí es cuando empiezo a confundir las vocales, los conceptos y los idiomas y me llamo a silencio y en lo posible a dormir también. Sí señor: quién me ha visto y quien me ve, despertándome a las 7 am con el solcito y yéndome a dormir a las 10 pm –ay si gordi, el horario kiwi viene con ams y pms-  como escandalosamente tarde. Así que me temo mucho que mis apariciones en esta página van a ser más bien esporádicas, pero completas espero.
Pero igual gracias por la confianza.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Quedándome o yéndome (Chapter -1)





Quiero irme. Pero también quiero quedarme. Pero si no me fuera querría irme con todo el ser, es claro. Entonces me voy.

Porque me voy, por fin:
me corto el pelo
me compro ropa
despilfarro en bombachas de Once
veo a mis queridos
les digo que lo son
doy abrazos más largos, más fuertes, más lindos
¿me depilo? no, creo que no
me hago un blog
desempolvo la cámara
consigo libros que no puedo seguir sin leer
me doy cuenta de que mi casa es muy linda
me doy cuenta de que mi ciudad es muy linda
me doy cuenta de que mi vida es muy linda
tengo miedo
confío en mí
o en algo así.



Y comienzo a preparar la mochila, 9 días antes.

día de bombachas
precavida / hipocondríaca






posibles amiguitos a llevar conmigo